24 nov 2014

El sapo que salió rana

El conocido locutor radial, Julio Jorge Nelson, apodado “La Viuda de Gardel” —una de las presencias radiales más populares durante décadas, que se ocupó de mantener vigente en las ondas porteñas la música de El Morocho y promover la venta de sus discos —, publicó en 1970 un artículo donde cita palabras textuales de Antonio Casciani, canillita uruguayo, autor del tango “Farabute” y “Un año más”; palabras que Nelson afirma haber extraído del diario montevideano “El Debate” del 24 de junio de 1956.

IMPORTANTE:  si desea leer los textos de los documentos originales que acompañan este artículo, puede ampliar las fotos haciendo clic sobre ellas. Para una lectura más cómoda sugerimos descargar las imágenes en el ordenador.

        En la citada nota (1) Antonio Casciani habría dicho que teniendo apenas 5 o 6 años conoció al glorioso cantor hacia 1906; que volvió a verlo en Montevideo el 18 de mayo 1911 (fecha patriótica charrúa); que los amigos le decían “El Porteñito” porque pasaba mucho tiempo en Buenos Aires. “Gardel era francés; no tengo ninguna duda” afirma Casciani, y añade que algunos sabían que no era argentino, sino  francés, aunque prefería mantener ese origen en secreto para “no comprometer a sus amigos”.

        Sería pues un testimonio muy importante. Ni más ni menos que Antonio Casciani, símbolo de Gardel en Uruguay, convivió con el artista, antes de 1906,  ¡y afirma que le confesó que era francés!

        Y sin embargo... Sólo Julio Jorge Nelson hace referencia a esas declaraciones tan reveladoras de Casciani de 1956. Ningún otro escritor retoma el reportaje original, ni le cita en sus libros para apoyar las tesis francesistas, a pesar que un testimonio de tal calibre debería haber producido mucho revuelo en su momento, puesto que Casciani era uno de los principales referentes gardelianos en la otra orilla.

        Al leer reportajes hechos al compositor vemos que siempre habló de Gardel como un compatriota; es más, fue uno de los impulsores para cambiar el nombre de la calle Isla de Flores (“Calle de mis primeros principios”, según canta El Zorzal en el tango homónimo). Parece un contrasentido que se comprometiera a organizar un homenaje a un compatriota, del que luego desmentiría que fuera en verdad uruguayo.

        Para resolver estos misterios y contradicciones debemos ubicarnos en 1970, fecha de publicación de esta revista editada por J. J. Nelson. Cuando Erasmo Silva Cabrera (alias Avlis) lanzó su libro "El Gran Desconocido", en 1967,  corroborando que Gardel había nacido en Tacuarembó, de inmediato se puso en funcionamiento una portentosa maquinaria de prensa para apuntalar la versión del Gardel francés, presentándola casi como una cuestión de Estado, como si fuese un deber patriótico defender dicha historia a la que auto-bautizaron “oficial”.

        Esta publicación se encasilla en tal contexto. Julio Jorge Nelson —nombre real Isaac Rosofsky—, tenía obvios intereses comerciales en torno a la figura del gran cantor, que se había convertido en una mina de oro por la cantidad de discos vendidos en medio mundo. Era recomendable entonces mantener buenas relaciones diplomáticas con el entorno relacionado con la gestión de los derechos de autor.

        J.J. Nelson es muy específico al dar cuenta de sus fuentes: asegura que reproduce palabras que Antonio Casciani pronunció al diario “El Debate”, publicado el 24 de junio de 1956. Pero: ¿Existe esa nota realmente? ¿Porqué nadie retomó esas declaraciones antes o después de Nelson?

        La respuesta es sorprendente: al revisar en las hemerotecas, y analizar de cabo a rabo el citado ejemplar del diario “El Debate”, se comprueba que en el artículo homenaje a Carlos Gardel (página 2) no sólo que Antonio Casciani no pronuncia ni una sola de las palabras que le atribuyó Julio Jorge Nelson en 1970, sino que Casciani ni siquiera figura citado en esas páginas. De él únicamente aparecen los títulos de las composiciones "Farabute" y "Un año más" como fondo de la bonita ilustración que acompaña al texto.


        Casciani había muerto en 1967, de modo que era incapaz de desmentir estas declaraciones apócrifas que Nelson le atribuye en 1970. Sin embargo, en diversos reportajes tuvo oportunidad de dejar muy en claro cuál era su postura y cómo había sido su relación con la Voz del Tango.

        Ya el 25 de junio de 1935, es decir al otro día del choque de aviones de Medellín, Casciani aparece en palabras e imágenes en el periódico “El Diario”  relatando los preparativos para el cambio de nombre de la calle "Isla de Flores" por el de “Carlos Gardel”. En dicho proyecto participó activamente como representante oficial de esa barriada tan montevideana, tan tanguera y tan gardeliana. Transcribimos parte de esa nota:

«En Isla de Flores, la “Callecita Costa de Mar”, los “pájaros de un ala” quieren dar tinte reo al homenaje. (….) Ahí está el almacenero gaucho de la esquina de Río Negro, cuyo comercio se denominará en adelante “Un año más", en homenaje al tango del poeta del barrio, Antonio Casciani, y al cantor extraordinario que lo legó al pueblo; (…) un “Convento rante” de la calle Daymán 1077 (hoy Julio Herrera y Obes). La pibada rodea la pieza Nº 11 que fuera de Gardel muchos años ha, cuando él peleaba la vida en intenso mano a mano, cerquita del centro, pero sin haber llegado todavía  a adentrarse en él, con el legajo de tangos en el alma. Debajo captamos a Antonio Casiani en la esquina que nació “Farabute”. Los muchachos le dicen: “¡venga para que nos hable del «hombre»!” y él sonríe como en una promesa… Promesas han de ser lo que tejen estos reos “para cuando Isla de Flores tenga sus chapas nuevecitas, ya denominada Carlos Gardel…” (…) finalmente, la picada de Río Negro e Isla de Flores, esquina guapa que ha sabido de líos y cantores. Ahí está la pared descascarada pero pronto rejuvenecida con un baño de pintura para recibir orgullosa la chapa con el nombre del “brujo” de los tangos. La barriada se halla en pleno, programando homenajes… »


        Casciani será aún más categórico respecto del origen uruguayo de Gardel pocos días despues, el 29 de junio de 1935, en una entrevista publicada por el diario Montevideano "El Pueblo", donde afirma: "Gardel uruguayo, cantó al Uruguay y lo hizo enorme a través de sus expresiones. Pónganle entonces su nombre a la calle Uruguay y no habrá un mejor homenaje a su memoria." 

       De sus palabras se colige que para el poeta canillita los nombres "Carlos Gardel" y "Uruguay" eran sinónimos. Todo lo contrario a las declaraciones fabuladas en 1970 por el locutor Julio J. Nelson.

Documento de sumo interés: Gardel fotografiado junto a Antonio Casciani (detrás del cantor, a la izquierda de la foto) y a otros canillitas. Ocurrió cuando El Mago visitó los talleres del periódico montevideano "El Diario", el 28 de septiembre de 1933.

        En la Revista Sintonía No. 327, Año 8, del 16 de Junio de 1938, en un reportaje a Antonio Casciani, a tres años de la muerte de Carlos Gardel, afirma lo que ya había dicho en otras oportunidades: que le conoció en el bar café Tupí Nambá. Allí había llegado el astro acompañado con el jugador del Barcelona Josep Samitier después de enfrentarse contra Peñarol, por lo que podemos situar el encuentro con mucha exactitud: la noche del 27 de agosto de 1928.  Es decir, muchísimo después de 1906, que es lo que asegura Nelson. José Pedro Blixen, alias "Bebón", fue el que lo presentó, como favor, para que le cantara "Farabute" y al Zorzal le gustó y se lo grabó en París, el 22 de diciembre de 1928. Después le grabó otra composición suya, “Un año más”, llevada al disco el 17 de junio de 1930.


        El gran investigador argentino Orlando del Greco contactó a Casciani para su libro “Gardel y los autores de sus canciones” (pág. 86) quien le reiteró que conoció a Gardel hacia 1927 (ya vimos que la fecha real es 1928). Puede leerse esa entrada del libro en el siguiente ENLACE.

        Idénticos datos recogió el Dr. Nelson Sica Dell'Isola, en una completísima investigación, surgida de entrevistas a familiares directos, vecinos y otras personas que conocieron a Antonio Casciani.

        Por precaución no sólo hemos verificado la nota sobre Gardel que se publica en la página 2 del diario El Debate del 24 de junio de 1956 citado por Nelson como fuente, sino que además revisamos ese diario de arriba a abajo, y todos los demás ejemplares, así como también hemos chequeado el diario El País del 24 de junio de 1956 (este último ejemplar lo menciona Nelson, pero en él la única referencia a Gardel que aparece es un anuncio publicitario promoviendo la venta de sus discos). Estamos, pues, frente a un invento, una fantasía de Nelson. Casciani jamás pronunció esas declaraciones.
Diario El País, de Montevideo, 24 junio 1956.

        J.J. Nelson le hace decir a Antonio Casciani  que “fue Pedro Bernat, el apoderado uruguayo de Gardel, quien hizo fabricar el documento falso por medio de un familiar suyo en Tacuarembó”.  Algo similar contaron otros periodistas o pseudo testigos, que decían que Gardel había sacado los documentos en Tacuarembó, o en Montevideo, cuando lo que ocurrió en verdad es que Carlos hizo toda la gestión en el Consulado Uruguayo EN BUENOS AIRES donde solicitó su Registro de Nacionalidad, al amparo de las leyes consulares de 1906 y del decreto reglamentario de 1917. Su inscripción quedó asentada en el Libro de Registro de Nacionalidad Uruguaya del Consulado General de la República Oriental del Uruguay EN LA ARGENTINA (página 902, Numero 10.052).

        Nelson, a través de Casciani, vierte la siguiente idea: “Gardel nunca confesó su verdadera nacionalidad (…) Disimulaba la verdad por no comprometer a sus amigos.” Pretende así sugerir que el cantor estaba cometiendo alguna especie de delito que podía poner en riesgo a sus seres queridos en caso que supieran la verdad. Indudablemente, para que alguien viva en una mentira toda su vida, y engañe a la justicia, al público y a sus seres queridos, el motivo debe ser en extremo grave. ¿Pero cuál podría ser? En realidad Charles Romuald Gardes fue siempre un excelente alumno, un hijo ejemplar, y nunca tuvo problemas graves con la policía. Sólo se propuso como factible la posibilidad que se creyese desertor al ejército galo (aunque siendo hijo único de madre soltera residente desde bebé en ultramar, sin figurar en las planillas censales francesas, y sin haber sido convocado a filas, nada tenía que temer al respecto). Si ese fuese el motivo por el que se cambió la identidad ¿porqué razón en 1906 o en 1911 ya ocultaba su origen francés? ¿Sabía acaso que en 1914 iba a estallar la Primera Guerra Mundial y que iba a finalizar en 1917? Y aunque así fuera ¿qué sentido tiene ocultar a sus amigos desde tanto tiempo antes que era francés? ¿A qué riesgos —administrativos se sobreentiende—, podían estar expuestos sus hallegados antes de que él concretara su regularización? Después de ese registro en octubre de 1920 sus amigos tampoco tenían nada que temer: nadie puede ser sancionado por haber sido amigo de un francés indocumentado que se decía rioplatense; a lo sumo la Ley hubiese impuesto alguna multa a José Razzano y a Juan Leguisquet por haber oficiado como testigos. Gardel ante la justicia hizo figurar legalmente muertos a su padre y a su madre. Es ilógico imaginar que jugaba a la confusión desde la adolescencia (o la niñez) y que sin ningún motivo se cambió de identidad legal, renegando de sus raíces y de su familia biológica.
Tradicional Café Tupí Nambá, de Montevideo.
Allí se conocieron Casciani y Gardel en 1928.

        Asimismo es un despropósito presentar como testigo de juventud de Gardel a alguien que es bastante más joven. Casciani nació en 1901; si afirma en 1956 “Conocí a Gardel hace más de 50 años”,  significa que era un bebé o un niño de escasa edad cuando le conoció, lo cual abroga el valor de sus recuerdos.
 

        Resulta muy sencillo verificar la insustancialidad de la nota firmada por J.J. Nelson. Nadie se animó a mentarla nunca más; ningún teórico posterior se atrevió a volver a usar a Casciani para apuntalar al Gardel francés. Quedó archivada en el olvido…

        Sin embargo es positivo rescatarla porque constituye un buen ejemplo para demostrar cómo se llegó incluso a recursos espurios para contrarrestar los efectos de las investigaciones iniciadas desde Uruguay, continuadas en Argentina por algunos historiadores e intelectuales independientes.

        Queda así en evidencia que existió una campaña orquestada por personas concretas, y otras que actuaron en las sombras, a fin de imponer en la opinión pública argentina los mismos datos que buscaban dar aire de verosimilitud a la historia que inició Armando Defino en los medios, tras tramitar la testamentaria del francés Charles Romuald Gardes.

        Si esta historia pretendía contar la verdad es contradictorio que se contruya recurriendo a datos o testigos que nunca existieron.

                     Varios autores


(1) Suplemento de Selección de Ídolos, "Carlos de Buenos Aires", Buenos Aires, Ed. Mazzone, 1970.